Nuestra salida de verano

Pasaron tres meses de la última vez que salió lejos de su casa y de haber sabido que hoy iba a hacer este calor, no la llevaba a hacer el trámite de la supervivencia. Pero ya habíamos planeado el día, ya estaba lista desde las ocho, ya le dolían los huesos más de la cuenta porque todo le cuesta todos los días un poco más. Pero fuimos, nos acompañó Víctor; ella está más segura si la agarramos en la calle de a dos. El camino fue sofocante aún en auto con las ventanillas bien bajas. Yo miraba por el espejo cómo apreciaba el paisaje, la gente, las plantas. Entonces, llegamos al banco y la empleada ni siquiera necesitó verla para hacerle firmar los papeles. Hicimos rapidísimo. Su nombre en esas dos hojas fueron la prueba que Juana Elena está viva, que mi abuela Pocha, mueve sus dedos, apunta su vista al renglón que le marco, que transpira como loca, que grita enojada cada vez que le digo que debe tomar mucha agua,que reniega cada vez que le digo que la sostengo, que no tenga miedo, que no se va a caer. Cuando le entregué las hojas a la señorita, la ayudamos a levantarse de la silla y nos fuimos a la esquina a tomar una seven up. Dijo que sí sin insistirle demasiado y eso me puso muy contenta (ya había advertido que no está para caminar demasiado). Entonces, finalmente, fuimos los tres a charlar un rato al bar de Cuenca y Nogoyá . Creo que no se dio cuenta de la hora, jamás me la preguntó. Hablamos, como siempre que vamos, de su vida en su barrio más preciado, Villa del Parque. De las calles que la vieron enamorarse y sonreír. Y cuando nos fuimos, pasamos por la puerta de la que era su casa. Desde el auto, acomodó su vista y nos dijo que José, su marido, la miraba siempre desde esa ventana que nos señalaba. Desde el espejo vi que respiraba profundo todo ese aire caliente de barrio lindo mientras apoyaba su cabeza para relajarse en el paisaje. En una de esas nos dice que no recordaba la existencia de tanto árbol: «qué grandes y hermosos todos, tal vez eran tan chiquitos y ahora, después de tanto tiempo en mi ausencia, crecieron». Seguro, le respondí. Y así es que volvimos, ella empapada pero con la satisfacción del trámite concluido y con en alivio de saber que recién en mayo tiene que volver. Sí, así tan linda, tan súper viva, como la necesitamos.

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